La generación sin dictadura

Juliette Chevalier
4 min readFeb 18, 2018

Mi generación, es decir aquellos que actualmente cumplen alrededor de los 25 años o menos, somos, como le gusta recordarnos a los adultos, el futuro de este país. Así como lo fueron nuestros padres antes que nosotros, a los jóvenes actuales se nos ha otorgado la enorme responsabilidad que conlleva haber nacido en un cierto periodo en específico: mejorar al país. Con ideas creativas y frescas distintas a las de nuestros padres, influenciadas por perspectivas abiertas a un mundo de constante cambio y comunicación inmediata, nuestra generación es la próxima encargada de luchar y defender aquellos ideales en los que se fundó nuestra patria: libertad, unidad y tolerancia.

Somos una generación que, sin percatarse, ha sido increíblemente afortunada. Y digo sin percatarse, no porque no sepamos lo asombroso y bello que es nuestro país, sino porque no sabemos lo mal que ha llegado a estar Panamá. A diferencia de nuestros padres y abuelos, quienes lucharon arduamente para darnos el país del que somos afortunados de vivir hoy, nosotros nacimos en un Panamá que crece incluso cuando el resto del mundo entra en recesión económica. Nacimos en un país que no solo no conoce la violencia y pobreza que viven diariamente la mayoría de nuestros vecinos latinoamericanos, sino que entiende rascacielos, inmensa inversión extranjera e indices de crecimiento económico sin precedente como lo normal y usual.

Hoy, 20 de diciembre, celebramos 25 años desde que el ejército de los Estados Unidos invadió Panamá con la intención de sacarnos de una dictadura que fue tanto dolorosa físicamente para quienes la pelearon, como devastadora emocionalmente para quienes la sobrevivieron. No obstante, está de más decir, que ni yo ni nadie de mi generación estuvo presente para ver nada de esto pasar. Ninguno de nosotros peleó por obtener la libertad que hoy disfrutamos y que nos hace una nación de envidiar para la región, lo cual conlleva a que dependamos enormemente de la educación formativa que se nos brinda en los colegios y universidades para aprender la historia de la misma.

Invasión de Panamá

Debo confesar que fui lo suficientemente afortunada de graduarme de uno de los mejores colegios privados de este país. Sin embargo, me entristece aceptar que, aún así, la educación que recibí sobre aquella época fue minúscula comparado a la opresión que en realidad se vivió durante esos tiempos y el gran impacto que tuvo en nuestra cultura. Me aterra decir que mi generación muy poco sabe las historias del General Omar Torrijos, quien hoy día es símbolo intrínseco de uno de los partidos más grandes de Panamá, o lo que hizo Manuel Antonio Noriega para merecerse tantos años de cárcel tanto en Estados Unidos, como en Francia y Panamá. Muy pocos saben que a Noriega lo lograron sacar de Panamá a punta de música extremadamente alta sonando afuera de la Nunciatura o que durante el periodo de Torrijos ocurrió la desaparición del padre Hector Gallegos, quien todavía no ha aparecido.

La importancia de conocer nuestra historia radica más allá de apreciar adonde hemos logrado avanzar como país: nos enseña una lección que si no nos tomamos el tiempo de aprender a profundidad, estamos sentenciados a repetir. El enseñar un curso extenso sobre historia panameña en las escuelas es algo que no debería ser tema de debate, sino más bien una estrategia para progresar. Fuimos afortunados de nacer en el Panamá que nuestros padres soñaron y por lo tanto, se lo debemos a ellos y a nuestros futuros hijos — como se dice en buen panameño — sacarle el jugo a nuestras libertades y oportunidades. La única manera de progresar como nación es por medio de la participación individual y colectiva de la ciudadanía, quejándonos cuando las cosas se hacen mal y aplaudiendo cuando se hacen bien. Sin nosotros actuando como fiscales, el gobierno tiene poder absoluto para hacer lo que quiera y es ahí donde caemos en el vertigo de un gobierno autoritario.

Es por esto, que hoy, 20 de diciembre, quisiera pedirle a todos aquellos quienes nacieron después de 1989 o que quizás estuvieron muy jóvenes para vivir aquella época que aterró a sus familiares por casi 20 años, que se interesen y le pregunten a sus padres, abuelos, o profesores sobre lo sucedido. Cambiemos la historia de nuestro país para mejor al aprender sobre nuestro pasado y no dejemos que este, bajo ninguna circunstancia, se repita y defina nuestro futuro. Panamá está en nuestras manos; hagamos de él el país que soñamos.

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Juliette Chevalier

software engineer 👩🏻‍💻 programming teacher 👩🏻‍🏫 weekly newsletter: https://newsletter.juliet.tech